Los habitantes de La Sabana, un pequeño pueblo en la costa caribeña de Venezuela, se pusieron años atrás un objetivo y lo están cumpliendo: volver a convertir sus playas en un lugar seguro para que las tortugas marinas depositen sus huevos.

No siempre fue así. En el pasado, recuerda Pedro Luis Pérez Izaguirre, vecino de la zona, había quienes «maltrataban» a estas especies en peligro de extinción. A los huevos «se los comían, y también la carne de la tortuga la comían», cuenta a CNN en Español.

Y estas no eran las únicas amenazas a las que se enfrentaban las tortugas cuando se acercaban a esta costa a desovar: las actividades turísticas con automóviles 4×4 y la venta de arena procedente de la playa también ponían en peligro este lugar de anidación y, en muchas ocasiones, hacían que se perdieran los preciados huevos.

Manos a la obra
Ante esta situación, Pérez Izaguirre decidió poner manos a la obra y formar la Fundación Luz Marina, que trabaja para garantizar que las tortugas puedan poner los huevos con seguridad y sigue el proceso hasta que los tortugillos que nacen de esos huevos se adentran en las aguas del Caribe. Lleva 19 años abocado a esta tarea.

“Es algo único ver un animal tan grande, una tortuga que viene por ahí a desovar sus hijos, eso lo llena a uno de energía», relata Pérez.

Gracias al trabajo que él y otros miembros de la comunidad realizan, bajo la sombrilla del Proyecto de Conservación de Tortugas Marinas, esta comunidad ha aprendido a valorar a esta especie que habita en nuestro planeta desde hace 110 millones de años.

«Los muchachos están comprometidos”, cuenta Argenis Pantoja, ambientalista de la fundación, afirmando que es una “bendición” que a sus costas lleguen estas tortugas. En La Sabana, de hecho, anidan cuatro de las siete especies de tortugas marinas que existen: la verde, la carey, la caguama y la cardón. Todas están en peligro de extinción.

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